Aunque el juicio recién comienza, Pedro está feliz. Saluda con ganas. A sus ochenta años, enseña la sonrisa más juvenil de todos los que lo acompañan en el edificio del Tribunal Oral Federal N°1
de San Martín. Se saca fotos. Él y sus familiares, sus
amigos, sus abogados, sus compañeros. Después de más de
cuarenta años, pudo contar su verdad ante un tribunal oral y público.
Atrás quedaron experiencias truncas y desazones varias.
El testimonio que dio Pedro Troiani, ex trabajador de Ford, no fue uno más. Luego de que los directivos de la empresa imputados se negaran a declarar hace dos semanas, Troiani inauguró la tanda de testimonios de ex trabajadores, víctimas, familiares y testigos, que se darán en este juicio oral y público donde se acusa a directivos
de la automotriz de origen estadounidense de haber participado en
delitos de lesa humanidad cometidos contra trabajadores, hechos en su mayoría ocurridos en la propia planta fabril de la
localidad bonaerense de General Pacheco.
Durante casi cuatro horas, con una tranquilidad admirable, Troiani respondió todas las preguntas, de las querellas, de los jueces y las defensas. Recordó su ingreso en la fábrica en 1963, su rol gremial que desempeñó durante casi todos esos años hasta su detención en 1976, los conflictos laborales y los derechos conquistados en aquellos años rebeldes, los hechos represivos y su derrotero en la transición democrática.
A la jornada en que dio su testimonio no le faltaron momentos de humor, de tensión, de llantos y de discusiones. Cuando los abogados de la defensa intentaron valerse de los dichos de Troiani de que "el Ejército invadió la fábrica" para sugerir que los militares habían avasallado la voluntad de los directivos para desatar la represión, Troiani respondió sin titubeos: "Ford facilitó todo lo que pudo al Ejército". Al terminar, la sala entera ovacionó su entereza, tras tantos años de espera.
A la jornada en que dio su testimonio no le faltaron momentos de humor, de tensión, de llantos y de discusiones. Cuando los abogados de la defensa intentaron valerse de los dichos de Troiani de que "el Ejército invadió la fábrica" para sugerir que los militares habían avasallado la voluntad de los directivos para desatar la represión, Troiani respondió sin titubeos: "Ford facilitó todo lo que pudo al Ejército". Al terminar, la sala entera ovacionó su entereza, tras tantos años de espera.
PRÓXIMAS AUDIENCIAS: 5, 15 Y 20 DE MARZO, 9.30 HS. SIGUEN DECLARANDO LOS EX TRABAJADORES. TRIBUNAL ORAL FEDERAL Nº 1 DE SAN MARTIN, CALLE PUEYRREDÓN 3728, SAN MARTÍN, PCIA. BS. AS.
Los hechos represivos
Troiani ingresó en 1963 a la fábrica, con veinticinco años, y de inmediato se convirtió en delegado y miembro de la comisión interna. Fue uno de los que encabezó los conflictos de los años sesenta y setenta, las comisiones paritarias y los primeros avances de la represión. En su testimonio dio cuenta del cambio de situación una vez consumado el Golpe, de las amenazas de los directivos, las detenciones de delegados el mismo 24 de marzo y el silencio de la dirección de la fábrica, que enviaba telegramas de intimación y despido a los trabajadores el mismo día que iban siendo secuestrados.
"La
cantidad de militares que había era impresionante", afirmó el ex
trabajador al indicar no sólo la cantidad de efectivos existentes, sino
las camionetas, tanquetas y helicópteros que sobrevolaban el predio
fabril el mismo día del Golpe. Recordó los pedidos de los familiares
ante los primeros secuestros y su ingenuidad cuando, todavía libre, se
dirigió al teniente coronel Molinari y le recriminó que "estaban
haciendo abuso de autoridad".
Recordó su secuestro ocurrido el 13 de abril de 1976. Lo sacaron esposado de su propio lugar de trabajo, el galpón de reparación final donde desarrollaba sus tareas de obrero especializado. Esa mañana, Troiani fichó y se dispuso a trabajar como cada día de los trece años que llevaba en la fábrica. Un capataz le advirtió que lo buscaban y, al cabo de una hora, una decena de soldados armados ingresó escoltando una camioneta de la propia empresa. Se lo llevaron sin siquiera poder retirar sus pertenencias y documentos. En el camino, levantaron a tres trabajadores más, todos con funciones gremiales hasta la fecha del Golpe. El "paseo" por el predio fabril, esposados, apuntados con fusiles y luego arrojados en la chata de una F-100, fue ejemplificador. Para precisar el ominoso recorrido de aquel día, Troiani se levantó de su asiento y utilizó un plano del predio fabril que el tribunal hizo acomodar en un pizarrón de la sala a pedido de la querella.
Recordó su secuestro ocurrido el 13 de abril de 1976. Lo sacaron esposado de su propio lugar de trabajo, el galpón de reparación final donde desarrollaba sus tareas de obrero especializado. Esa mañana, Troiani fichó y se dispuso a trabajar como cada día de los trece años que llevaba en la fábrica. Un capataz le advirtió que lo buscaban y, al cabo de una hora, una decena de soldados armados ingresó escoltando una camioneta de la propia empresa. Se lo llevaron sin siquiera poder retirar sus pertenencias y documentos. En el camino, levantaron a tres trabajadores más, todos con funciones gremiales hasta la fecha del Golpe. El "paseo" por el predio fabril, esposados, apuntados con fusiles y luego arrojados en la chata de una F-100, fue ejemplificador. Para precisar el ominoso recorrido de aquel día, Troiani se levantó de su asiento y utilizó un plano del predio fabril que el tribunal hizo acomodar en un pizarrón de la sala a pedido de la querella.
Troiani describió los hechos que tuvieron lugar en uno de los cinco quinchos de la fábrica ubicados en el campo de deportes del propio predio fabril. El quincho había sido acondicionado desde la fecha del Golpe, tapiado con una lona verde, para ser usado por el ejército. Allí fueron maniatados, torturados e interrogados. La tranquilidad con que el testimoniante sobrellevó su relato no se traducía al ánimo de la sala. Se dejaron sentir los llantos de algunos ex trabajadores presentes, cuando Troiani dijo que "nos maltrataban como los peores, como unas ratas" y recordó al ex trabajador Carlos Propatto tirado en el suelo del quincho, encapuchado con una bolsa de plástico en la cabeza: "Parecía que se había muerto".
El 13 de abril de 1976, por la noche, los delegados secuestrados fueron trasladados a la Comisaría de Tigre. Allí permanecieron unos cuarenta días detenidos, en condiciones inhumanas, hacinados, desnutridos, maltratados, torturados, y en condición de desaparecidos. Aunque los familiares intuían que podían encontrarse ahí, desconocían su situación legal y no se respetaba ningún derecho. Allí, Troiani se reencontró con compañeros de Ford y con trabajadores de otras fábricas desaparecidos, navales, de la alimentación, metalúrgicos y docentes agremiadas en Ctera, entre otros. Recordó los simulacros de fusilamiento, los llantos y gritos durante las sesiones de torturas.
Tras relatar su legalización y recorrido por las cárceles de Villa Devoto (donde el útlimo día fueron castigados desnudos en el altar de la iglesia que hay en su interior) y La Plata, se produjo el momento de mayor tensión en la sala, cuando Troiani contó que fue liberado por órdenes emanadas al parecer desde Campo de Mayo, a pedido de su esposa, porque su hijo mayor, de doce años, había sido internado en grave estado debido al desarrollo de un cáncer de hígado. Su hijo sobrevivió a la enfermedad, pero el derrotero de Troiani, con su esposa y tres hijos fue duro: el estigma y las listas negras que le prohibían encontrar trabajo produjeron una situación de marginación social dificil de sobrellevar.
El juicio penal y la trama social
"Para esta querella resulta fundamental porque hace a nuestra acusasción, conocer los hechos de control, de disciplina interna, así podemos conocer las responsabilidades de las autoridades de la fábrica en los hechos", respondió la abogada Elizabeth Gómez Alcorta, cuando la defensa cuestionó la supuesta generalidad de las preguntas que realizaba. El presidente del Tribunal, Diego Berroetaveña, solicitó mayor precisión y sugirió que los hechos referidos a la cotidianeidad de la fábrica podían no ser importantes para comprender los hechos. Sin embargo, dio lugar a las preguntas preparadas por la querella.
"Para esta querella resulta fundamental porque hace a nuestra acusasción, conocer los hechos de control, de disciplina interna, así podemos conocer las responsabilidades de las autoridades de la fábrica en los hechos", respondió la abogada Elizabeth Gómez Alcorta, cuando la defensa cuestionó la supuesta generalidad de las preguntas que realizaba. El presidente del Tribunal, Diego Berroetaveña, solicitó mayor precisión y sugirió que los hechos referidos a la cotidianeidad de la fábrica podían no ser importantes para comprender los hechos. Sin embargo, dio lugar a las preguntas preparadas por la querella.
Así, el relato de Troiani pudo dar cuenta, por un lado, del escenario de conflictividad, tanto por las condiciones de remuneración de la mano de obra ("la inflación nos comía tremendamente") como de las condiciones de seguridad e higiene que sufrían los trabajadores (enfermedades del estaño y el plomo y accidentes laborales) y, por el otro, de la estructura de mando empresarial y la forma en que se hizo palpable la responsabilidad de los directivos en los hechos represivos.
"Estábamos amenazados por la empresa", indicó, al recordar que el mismo día del Golpe, el gerente de Personal, Guillermo Galárraga (fallecido) les comunicó que quedaban suspendidas las funciones gremiales y que "desde el día de hoy los delegados serán los capataces". Troiani relató el cambio de actitud de la dirección en relación a los delegados y a las condiciones y ritmos de trabajo, que se intensificaron tras desatarse la represión.
Al reconstruir la cotidianeidad de la fábrica, la estructura jerárquica de directivos, gerentes, superintendentes y capataces, al recordar el control de Preferctura previo al Golpe y los controles de ingreso y movilidad en el predio fabril, cobró sentido la afirmación de Troiani respecto del gerente de manufactura acusado en este juicio: "[Pedro] Muller conocía todo, tenía que darse cuenta que faltaba gente en las líneas de producción", "no puede haber desconocido la modificación del quincho". Troiani aseguró que la "fábrica nos desprotegió totalmente" y recordó que cuando su esposa recibió el telegrama de despido por "abandono de trabajo", estando él desaparecido, lo respondió haciendo responsable a la empresa porque su esposo había sido detenido en su puesto laboral.
Más allá del conocimiento que podían tener de los hechos, Troiani dio cuenta de distintas formas en que los directivos fueron responsables de los hechos: fue secuestrado en el predio fabril por una camioneta de la empresa, los directivos los amenazaban en distintas oportunidades, producían en un clima de requisas y control militar, y además recordó que, estando preso en Tigre, escuchó del oficial Molinari que sus secuestros se producían porque estaban marcados en listas y observó que los militares tenían a su disposición hojas con el logo de la empresa y fotocopias de las credenciales de trabajo: "...la fábrica hizo todo para demostrar que nosotros éramos una resaca que había que eliminar", afirmó.
Troiani recordó que en las sesiones de tortura les preguntaban por otros trabajadores, que los acusaban de ser los que hacían sabotaje en la producción y que, en el caso de las detenciones, el ejército contó con la colaboración de la "seguridad de Ford" comandada por Héctor Sibilla (el otro directivo imputado, además de Muller). En otra ocasión, mencionó que los militares instalados en el predio recibían comida y hasta se abastecían de combustible con permiso de la fábrica.
Un largo camino hacia la justicia
Un largo camino hacia la justicia
Parte de su testimonio dio cuenta del derrotero judicial que le tocó vivir en años de transición democrática y en los años posteriores, las declaraciones ante la Conadep, los juicios laborales que iniciaron con ex compañeros que terminaron para algunos de ellos con desestimaciones de los tribunales y hasta un recurso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos que todavía está en trámite.
Troiani fue el primero en declarar en este juicio. Su relato fue fluido, sereno y lleno de detalles. En pocas oportunidades, apareció un "no recuerdo" y sorteó con pocas dificultades las preguntas y advertencias de los abogados defensores, como cuando éstos llamaron la atención al tribunal porque algunas afirmaciones se contraponían con una declaración hecha allá a los lejos, en 1985. "¿Con qué versión se queda?", le preguntó el presidente del tribunal. Troiani no titubeó y reafirmó lo que en otra instancia en 2005 había declarado: la camioneta en que se lo llevaron del galpón de reparaciones era de mantenimiento interno de la empresa. También respondió que José Rodríguez, el secretario general del sindicato de mecánicos (SMATA), les advirtió que iban a ir todos presos, pero descartó la sugerencia hecha por la defensa respecto de que sus nombres habían salido del sindicato y no de la dirección de la empresa.
Para el grupo de ex trabajadores que impulsan este juicio es el primer paso. Después de más de cuatro décadas, a pesar del horror que se actualiza cada vez que hacen un esfuerzo de memoria, tienen la posibilidad de hablar ante un tribunal e instalar un nuevo hito histórico en el proceso de memoria, verdad y justicia.
por Alejandro Jasinski